Quiero en silencio derramar mi llanto,
que a solas brote mi amargo dolor,
mi paisaje es gris, ya no de color,
mi dolor es grande y no sabes cuánto.
De madrugada me soñé tu dueño,
desperté y busqué tu frágil silueta,
mas no divisé tu cara coqueta,
al final de cuentas sólo fue un sueño.
Tu contacto era sumamente tierno,
aunque tus reproches eran muy fuertes,
tan fuertes como el frío del invierno.
Yo no creo en aquello de las suertes,
ni creo que me queme en el infierno,
porque será mejor tener mil muertes.
Publicado en Poemas del alma, el 29/06/2018
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