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Amado Nervo

Ha de sobrarme la mitad del lecho,
y ha de faltarme la mitad del alma.
Amado Nervo en La amada inmóvil
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                                                           Poesias de AMADO NERVO
Su nombre completo era Amado Ruiz de Nervo; nació en Tepic, Nayarit, México, el 27 de agosto de 1870.
Justo estando desempleado en París conoce a Ana Cecilia Luis Dailliez, la dulce mujer que fue su compañera más de diez años. Encontrada en el camino de la vida el 31 de agosto de 1901, perdida (¿para siempre?) el 7 de enero de 1912 y cuya muerte le causó la amputación más dolorosa de sí mismo. Fruto de ese dolor fue un libro de versos muy leído: La amada inmóvil.
Entre los muchos cargos que tuvo como diplomático, destaca el de Ministro Plenipotenciario para Argentina y Uruguay.
Murió en Montevideo el 24 de mayo de 1919. Su retorno a la patria y sus funerales constituyeron una verdadera apoteosis. Yacen sus restos en la Rotonda de los hombres ilustres.


          A Kempis
          El día que me quieras
          En paz

A Kempis
Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tú escribiste!


¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!


Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grandes ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!


Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...


Huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...


¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!




El día que me quieras
El día que me quieras, tendrá más luz que junio,
la noche que me quieras, será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables rosas,
y habrá juntas más rosas que en todo el mes de mayo.


Las fuentes cristalinas
irán por las laderas,
saltando cristalinas
el día que me quieras.


El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras..


Cogidas de la mano cual rubias hermanitas
luciendo gotas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!


Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las míticas corolas de los lotos.


El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa, cada arrebol, miraje
de las Mil y una noches, cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar..


El día que me quieras, para nosotros dos,
cabrá en un sólo beso, la voluntad de Dios.




En paz
Artifex vitae artifex sui

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

Que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

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