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domingo, 5 de agosto de 2018

Mis bendiciones - Carlos Dguez

Los amigos se lastiman con la verdad, para no herirse con la mentira. (Refrán popular.)

Esta página nace como secuencia lógica de la anterior: "Cómo conocí al Padre y al Hijo"
Y es que desde siempre he sido bendecido por esas manos pero antes no agradecía, lo veía como algo lógico, como algo que yo merecía y llegaba.
Es cuando conozco a Jesús cuando empiezo a fijarme en cuánto me han bendecido ellos. Hay la costumbre aquí en México que a determinado sector poblacional se le dé limosna o ayuda económica, pero son conocidos pues se ponen en las esquinas y estiran la manita cuando alguien pasa cerca de ellos.
Bien, yo tengo la costumbre de salir a distraerme a la esquin de la casa, a veces me voy más lejos, me pongo a jugar con el celular, al solitario o una partida de billar o ajedrez.
Pasa la gente y algunos me dan la moneda, que va desde un peso hasta ¿cuánto tienen idea?
Antes de decirles deben saber que una moneda de diez pesos es mucha ayuda, difícilmente alguien te dará más, es lo más común y de ahí para abajo, los cinco, dos y un peso, muy común.
Pues a mí en una ocasión que saludé a un señor parado en la puerta de su negocio, me respondió el saludo y al dar la vuelta en la esquina para proseguir rumbo a mi trabajo, ese señor pegó una carrerita para alcanzarme y decirme: señor, espero que no se ofenda pero quiero ayudarle con algo, ¿puedo?
Por supuesto que sí, le respondí pensando que serían diez, veinte pesos máximo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando metió la mano a la bolsa del pantalón, sacó su cartera y de ella un billete de doscientos pesos. Una fortuna, considerando además que era un viernes, esa quincena me había excedido en gastos pero me estaba auto flagelando, no quise pedir prestado para educarme, así que me quedaría sin dinero el fin de semana y esperar la quincena para el día martes.
Pero el Señor en su misericordia me mandó a ese ángel y, problema resuelto.
En otra ocasión lo mismo, pero ya no de una persona sino que encontré un billete de doscientos pesos tirados, otro día me pongo en la bolsa de la camisa un billete de cincuenta pesos, me agarra una ráfaga de viento y me arrebata el billete, pero al siguiente día me encuentro tirado un billete de cien pesos.
Otro día me dice la hermana de Beatriz, mi esposa, que estaba vendiendo boletos para una rifa de una Biblia católica, para beneficio de su iglesia. Como el boleto no era muy caro, le tomé no recuerdo cuántos, pero no con la idea de ganarme la Biblia, sino para ayudarla con sus boletos.
Llegó el día de la rifa, yo ya me había olvidado y cuando regresé del trabajo me dice Elisa: Te entrego tu Biblia. Mi reacción fue besar la Biblia, hojearla tantito y dársela a mi esposa, ignoro qué hizo con ella pues ya no la veo en su altar.
Otra vez regresando del trabajo pasé por un bar y veo que algo brillaba, me agaché y era un reloj para dama. Lo levanté pero no me lo guardé sino lo puse en mis piernas para ver si alguien me lo reclamaba, pero no sucedió nada, así que llegando a casa se lo di a mi esposa.
¿Ayudas? Sí, y me refiero a las físicas, de ida al trabajo era pura subida, del trabajo a casa a la inversa, pura bajada. Hay de todo, desde el que pasa a mi lado sin saludarme siquiera, hasta aquel o aquella que corre a ayudarme, como la señora que en cuanto me veía, corría a acomodar en la banqueta a su hijita y le encargaba a su bebé para correr a ayudarme en la subida.
En otras ocasiones claramente he sentido que alguien me empuja cuando la cuesta es muy empinada y voy batallando, con precaución volteo a ver quién me va ayudando y no veo a nadie, pero el empujón se siente y se palpa, la silla gira más suavemente.
Pero antes pasaba por mí todas las mañanas mi primer Obispo, es taxista y sin cobrarme nada pasaba por mí para dejarme en el trabajo. Un día mi patrona, la esposa de mi siguiente Obispo le comentó a su hermano que gracias a ella yo tenía el servicio del taxi.
Lo sentí como un reproche y a la mañana siguiente le comenté al hermano que ya no pasara por mí. ¿Ya se jubiló? Preguntó. No, le dije, y le platiqué que me sentía mal por lo que había dicho mi patrona.
Se molestó mucho y me aclaró que un peso no había descontado de la cuenta para mi traslado, Lo paso a traer porque nace de mi corazón, me dijo, así que seguimos como siempre.
Así que para la siguiente vez que regresé a trabajar, porque por enfermedad salí por unos meses, ya no le avisé al hermano, en la silla iba y venía al trabajo.
Una tarde platicando con una amiga de Veracruz, puerto, me preguntó sobre el clima y le respondí que hacía mucho frío. Pero usted está abrigado, me dijo. No, le respondí, normalmente Tuxtla es muy caluroso y yo no soy friolento, pero ya por la edad o porque recrudeció el invierno, pero ahora sí siento frío.
Cómprese una chamarra, me dijo ella, deme su número de cuenta y le voy a transferir lo que cueste, pregunte.
Pregunté y costaban trescientos, me los mandó, compré la chamarra y en la quincena se los pagué.
Pero lo que viene a continuación, y ya para cerrar la publicación, es algo inaudito, difícil de creer.
Una amiga que nunca me hablaba, una tarde de Dios me dice: disculpe la pregunta, usted usa silla de ruedas? Sí, le contesté, desde el 2006 estoy en silla de ruedas. Eso imaginé, me dijo. Verá, yo tengo por costumbre que el día del padre ayudo a algún amigo y ¿qué cree? Este año el Espíritu Santo me susurró que usted es el elegido.
No podía creerlo pero ella continuó: deme sus datos y el próximo jueves le deposito su dinero, no es mucho, son doscientos dólares pero tómelos para irse a cenar el día del padre.
Le di mis datos y ella quedó de investigar dónde cobraban menos comisión y llegó el jueves, llegó la noche y no me hablaba. Llegué a pensar que me había jugado una broma cuando en eso entra a facebook y me dice: don Carlos, disculpe pero ya salí tarde del trabajo y encontré cerrado el negocio donde le voy a depositar, pero mañana voy a salir más temprano para que alcance servicio.
Ciertamente al día siguiente me estaba dando los datos del envío. Coincidió que al día siguiente que fui a retirar, el dólar había amanecido a $20.80 así que ese "no mucho" se convirtió en $4,074.00 para mí, una fortuna que bien administrada dio para muchas cosas.
Perdonen que no les dé los nombres de mis benefactores pero me han pedido expresamente que no lo haga, lo cual creo que es entendible. Yo me muero por gritarlo a los cuatro vientos pero debo respetar su privacidad.
Esa es mi vida, pero mis enseñanzas gnósticas y metafísicas me han preparado para saber que el universo está perfectamente balanceado, la "Ley del Péndulo" le llaman ellos porque el péndulo jamás queda estático ni en el centro, siempre está a la izquierda y luego a la derecha, símbolo del equilibrio universal.
Cuando aprendí a llorar mi alma descansó, luego aprendí a agradecer, y cuando agradecí por estar en la silla de ruedas, sentí algo así como tres palmadas en el hombro derecho, yo estaba llorando porque en la plática yo le decía al Señor que le agradecía me hubiera postrado en esa silla, pues sólo así lo pude conocer, de otra forma hubiese seguido con mi vida profana ya que como católico jamás me paré en la iglesia.
Y si ahora estoy inactivo en mi religión es por una decisión muy personal, pero sigo considerándome mormón hasta que mis líderes tomen la decisión de expulsarme.
¡Soy feliz porque soy mormón; soy mormón porque soy feliz!

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